viernes, 17 de octubre de 2008

LOS RIESGOS Y LAS OPORTUNIDADES DEL CAMBIO

En los dos últimos siglos la historia de la humanidad ha progresado. El desarrollo científico, el dominio de las enfermedades, la esperanza de vida, la expansión de la libertad y los derechos, el bienestar, todo ello ha avanzado. Pero no ha llegado más que a una parte minoritaria de la población mundial.
El hambre, las enfermedades, la pobreza, el desamparo y la exclusión, marcan la vida de miles de millones de seres humanos. Las guerras, la violación de derechos fundamentales, la inexistencia de libertades básicas, son moneda común en zonas enteras del planeta. Los fundamentalismos violentos alimentan la inseguridad y ahogan en muchas partes la simple expresión de la libertad, la igualdad y la autonomía personal.
Esos son los retos sociales a los que tenemos que hacer frente. Los retos de reducir las injustas y abismales diferencias entre condiciones de vida, oportunidades de progreso y espacios de derechos, democracia y libertad.
No tenemos que hacerlo sólo porque así nos lo exige la fidelidad a nuestros valores. Tenemos que afrontarlo porque solo con un mundo más equilibrado, equitativo, organizado sobre la cooperación, en el que progrese el bienestar colectivo, podrá convertirse en globalmente sostenible nuestro propio bienestar y obtenerse seguridad y estabilidad.
Si eso es necesario en el ámbito social, es absolutamente obligado, radicalmente imprescindible, en lo que concierne al gran desafío de nuestro tiempo, a la amenaza creciente del cambio climático. Una amenaza que es ya una realidad incontestable. Una amenaza que altera la naturaleza, pero cuyos efectos perniciosos se extienden transversalmente sobre todos los órdenes de la vida social.
Una amenaza que no solo se proyecta sobre nuestro futuro, sino que compromete el hecho mismo de que tengamos futuro. Una amenaza, pero también una oportunidad a nuestro alcance para dar un giro hacia un modelo de crecimiento y organización individual y colectiva que sea más armonioso con nuestro entorno y, por tanto, más sostenible.
El modelo con el que la humanidad ha prosperado en los dos últimos siglos y medio produce ahora, cada vez más, todo tipo de efectos perversos. Su continuidad no es que ya no sea deseable, es que resulta por completo inviable. Por tanto, ha llegado el momento de cambiar el paradigma del que nos hemos servido tanto tiempo.
El cambio es inevitable. La acumulación de evidencias es abrumadora e incontestable. Nuestro modelo de desarrollo basado en el consumo de combustibles fósiles, petróleo, gas natural y carbón, la generación de gases artificiales provenientes de procesos industriales y la devastadora e indiscriminada tala de árboles, han incrementado extraordinariamente la concentración de gases de efecto invernadero, CO2, oxido nitroso o metano, acumulando en poco más de un siglo una tercera parte más de emisiones que en toda la historia de la humanidad.
Once de los doce últimos años han sido los más calurosos desde que existen registros fiables de temperaturas, hace ya siglo y medio. Contamos ya con tres décadas de reducción de la superficie de hielo en el planeta, de retracción de los glaciares y de adelgazamiento del casquete boreal. Se constata desde hace medio siglo la continua subida del nivel de los mares.
Como atestigua nuestra propia experiencia, los fenómenos meteorológicos muestran un comportamiento cada vez más irregular y extremado, dando origen a continuos desastres naturales de intensos efectos sociales. Desastres que no solo traen hambre, pobreza y desesperación a extensas poblaciones del mundo, sino que, por ello mismo, están en el origen de los intensos movimientos migratorios que se manifiestan en las últimas dos décadas, especialmente desde el continente africano.
El cambio climático es, pues, un hecho incuestionable. Un hecho corroborado por el mundo científico, producto sustancialmente de la acción humana. Así lo ha definido Naciones Unidas, ya en 1992, “el cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana, que altera la composición de la atmósfera mundial”.
Así lo ha vuelto a constatar el año pasado en Valencia el Cuarto Informe del Panel Intergubernamental de Expertos en el Cambio Climático, grupo creado por Naciones Unidas hace veinte años. Así se ha reafirmado en la Cumbre celebrada en Bali por la Conferencia de las Partes de la Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en diciembre del pasado año.
En el primer caso se ha vuelto a subrayar no solo el carácter inequívoco del calentamiento del sistema climático, sino el hecho mismo de que, debido a la acumulación de las emisiones del pasado, los impactos resultantes de dicho calentamiento son ya inevitables, y durarán un muy largo periodo, quizás siglos, debido a las escalas temporales asociadas a los procesos climáticos. En consecuencia, serán necesarias medidas de adaptación para poder asumirlos.
Es más, de continuar las emisiones de gases de efecto invernadero a los mismos niveles actuales, es decir, aún frenando por completo la espiral de su crecimiento, se causará un calentamiento adicional y aún más vertiginoso que provocará muchos otros cambios en el clima global durante las próximas décadas. Cambios de mucha mayor magnitud y efectos más profundos que los que estamos viviendo y hemos vivido en las décadas precedentes.
En el segundo caso, es decir en la Cumbre de Bali, ha habido un consenso general sobre la necesidad de llegar a compromisos internacionales que no solamente prosigan, sino que intensifiquen la senda de acción iniciada en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente celebrada en Río de Janeiro en 1992, donde se aprobó la Convención Marco sobre el Cambio Climático, origen de la subsiguiente Cumbre de Kyoto, en 1997.
El Protocolo aprobado entonces, destinado a limitar las emisiones de gases de efecto invernadero, tiene un horizonte temporal de caducidad en 2012, por lo que empieza a resultar ya urgente acordar nuevos objetivos, que necesariamente habrán de ser más ambiciosos.
Sin embargo, no basta la definición de objetivos y la expresión de compromisos. Como muestra nuestra experiencia reciente, el rechazo o resistencia a asumirlos, o el incumplimiento de los mismos por parte de los grandes emisores, puede convertir en inútiles los comportamientos responsables de muchos otros países, y sarcásticas las exigencias de que asuman sacrificios mayores precisamente los países que luchan por salir del subdesarrollo. Exigencias que resultan desalentadas por el ejemplo egoísta de quienes ya se han desarrollado con anterioridad por medio de un uso exhaustivo de recursos que ahora condenan.
Pero hay que reconocer que, aunque no todos están dispuestos a afrontar la amenaza con igual seriedad, algunos movimientos recientes resultan más prometedores que los del pasado.
Así, la administración republicana de los Estados Unidos, despectiva muchas veces con Kyoto, reticente e insolidaria siempre, preocupada más por la reducción de costes y la maximización de beneficios que por la amenaza climática, convocó hace pocos meses una reunión internacional con los países más emisores, evidenciando al menos una mayor preocupación que se va abriendo paso en el país más emisor de todos. Por su parte, el gobierno chino, país ya decisivo para el control de las emisiones actuales, pero absolutamente determinante para las futuras, ha presentado recientemente un Programa de Cambio Climático.
Construir un modelo alternativo al crecimiento basado en la economía del carbono costará tiempo y esfuerzos, y no será un camino sin dificultades, alteraciones ni retrocesos. Pero es el único camino que tiene futuro, es urgente emprenderlo cuanto antes y es imprescindible avanzar con velocidad, empezando por frenar y revertir la dinámica actual.
Ni podemos confiar en que, sin acción, el deterioro se pueda detener, ni podemos ser inconscientes con nosotros mismos y egoístas e insolidarios con las generaciones futuras. Debemos convertirnos en aliados del cambio que viene exigido por la transformación del modelo. Tenemos que impulsar y aprovechar la creciente conciencia y movilización mundiales ante esta amenaza.
Si nos aliamos con el cambio, tenemos la oportunidad de modificar algunos elementos hasta ahora esenciales de nuestro modelo productivo que han mostrado ya los límites de su continuidad, y que son a la larga incompatibles con la sostenibilidad. Luchar contra el cambio climático requiere determinación, perseverancia, esfuerzos y recursos. Acción pública, implicación empresarial y movilización ciudadana
Sin embargo, no hacerlo, además de no ser una hipótesis viable a medio plazo, comporta esfuerzos y costes aún muy superiores. Nacionales y mundiales. Costes que podrían llegar a suponer una pérdida entre 5 y 20 veces superior en términos de PIB mundial a lo que exigiría actuar decididamente con acciones tempranas. Así lo certifican la Comisión Europea, el Informe Stern para el Reino Unido, los informes referidos del Panel de Naciones Unidas y la práctica unanimidad de los expertos.
Somos plenamente conscientes de que, más allá de las reacciones nacionales, la respuesta ha de ser necesariamente global, como lo es la propia amenaza.
Nosotros, los socialistas, trabajamos por esos objetivos en el seno de Naciones Unidas. Creemos en su capacidad de acción, en la de todas y cada una de sus agencias y programas para avanzar en ese objetivo y apoyaremos decididamente que refuercen su papel.
Estamos a favor de impulsar las estrategias regionales, y de situarlos en la primera línea en la Unión Europea. Nos comprometimos en Bali a apoyar que la Unión Europea mantenga y profundice su liderazgo responsable en esta cuestión; que defienda como objetivo que la temperatura media global no aumente en más de 2ºC; que reduzca de forma autónoma para 2020, como así ha decidido, sus emisiones de dióxido de carbono en un 20% respecto de 1990; y que se muestre dispuesta a ir aún más lejos si así se comprometen también otros países industrializados.
También trabajamos intensamente cooperando al desarrollo, ayudando a los países pobres, que, una vez más, sufrirán más que nadie las consecuencias del deterioro. Defendemos que, para posibilitar un acuerdo post-Kyoto efectivo y justo, se fortaleza la financiación internacional y las ayudas para que los países pobres puedan acceder a tecnologías más limpias, sin el coste de sustitución de las actuales que para la mayoría de ellos sería inasumible.
Estamos apoyando ya acciones de ese tipo. Hemos contribuido a crear la Red Iberoamericana de Oficinas de Cambio Climático, con el objeto de identificar cuales son las prioridades y de construir consensos para abordarlas. Dentro de dicha Red se encuadra el Programa Iberoamericano de Adaptación al Cambio Climático y la cooperación con la Asociación de Reguladores Iberoamericanos de Energía.
Consideramos espacialmente relevante el campo de acción dirigido a prevenir el impacto del cambio climático sobre la salud. Dicho impacto aumentará si no se toman acciones preventivas de inmediato. Aunque nadie resulte exento, sus efectos serán más dañinos para las poblaciones más vulnerables y los países más pobres.
Por ello es necesario profundizar en estrategias conjunta de la Organización Mundial de la Salud con los distintos países, que conforme una estrecha alianza operativa de los sectores de salud y medio ambiente, aseguren el impacto mínimo posible sobre el bienestar de la población.
En nuestro ámbito nacional, el informe “El cambio climático en España. Estado de situación 2007”, elaborado por el panel de expertos españoles hace apenas unos meses, identifica para España patrones de comportamiento similares a los del resto de países industrializados, en el que la quema de combustibles fósiles representa el 80% de la producción y consumo de energía.
Además, pone el acento en algunos aspectos que muestran una mayor vulnerabilidad específica, relativos al riesgo de disminución de nuestros ya escasos recursos hídricos, y de una mayor dificultad de planificación, al verse sometidos previsiblemente a patrones de precipitación más torrenciales; el daño potencialmente muy elevado a nuestra rica pero precaria biodiversidad; o la amenaza real de desertificación creciente.
Pero también señala que muchos de los impactos pueden evitarse para el futuro, en tanto que otros, ya irreversibles, pueden reducirse o retrasarse en sus efectos por la mitigación. España es el decimosexto país productor de emisiones, emitimos 15 veces menos que los Estados Unidos o China, y representamos el 1% de la emisión mundial. Por ello nuestra acción reductora ha de ser, más que cuantitativa, cualitativa y ejemplarizante a nivel global. Para ello tenemos que avanzar en los campos del suministro energético, transporte, viviendas, industria, agricultura, silvicultura, bosques o residuos.
En los últimos cuatro años hemos tomado el camino adecuado para avanzar en esa dirección. Aunque habíamos ratificado en su día el Protocolo de Kyoto, el gobierno de entonces nunca se tomó en serio el cumplimiento de los compromisos voluntariamente adquiridos en la negociación, que, medidos en términos relativos, eran muy exigentes para España.
A nuestra llegada al Gobierno estábamos más lejos del objetivo que al ratificar el Protocolo. No se había aprobado el Plan Nacional de Asignaciones, y carecía de calendario preciso y de dotación presupuestaria efectiva la Estrategia Española de Ahorro y Eficiencia Energética.
Hemos progresado, aprobando en 2004 el Primer Plan de Asignaciones; en 2005, el Plan de Acción de la Estrategia de Ahorro y Eficiencia Energética; y, en ese mismo año, el Plan Estratégico de Infraestructuras del Transporte, PEIT, que opta preferentemente por el modo que genera menos emisiones de gases, el transporte ferroviario; y, también en 2005, un nuevo Plan de Energías Renovables; en 2006, el Código Técnico de la Edificación.
Con todo ello, conseguimos en 2006 desacoplar el incremento de las emisiones del crecimiento de la economía, reduciendo por primera vez aquéllas en 4 puntos, con una economía que crecía cerca del 4%.
Tenemos horizonte marcado por delante. Un horizonte que guiará toda esta Legislatura. En 2007 convertimos al Cambio Climático y la Energía en una acción estratégica prioritaria del Plan Nacional de I+D+i para el periodo 2008-2011. Iniciamos procesos de oxicombustión y de captura y almacenamiento de CO2. Para el periodo 2008-2012, tenemos en vigor el segundo Plan Nacional de Asignaciones, y el Plan de Acción de la Estrategia de Ahorro y Eficiencia Energética. Hemos regulado normativamente la participación de España en los Mecanismos de Flexibilidad del Protocolo de Kyoto, las Instalaciones Térmicas de Edificios y la Energía Eólica Marina.
Con la aprobación de la Estrategia Española de Cambio Climático y Energía Limpia, y de la Estrategia Española de Desarrollo Sostenible, hemos establecido el marco de actuación de todas las Administraciones y de los agentes privados. Un marco integral y complejo con el objetivo de compaginar el cumplimiento de nuestro compromiso al ratificar el Protocolo de Kyoto, con la mejora de la competitividad de nuestra economía, la creación intensa de empleo de calidad, la garantía del abastecimiento energético necesario y el mantenimiento de la estabilidad económica y presupuestaria.
En el Programa con el que hemos concurrido a las elecciones generales de 2008 hemos incorporado un buen número de propuestas que, al recibir el apoyo mayoritario de los españoles, se convierte en compromisos reafirmados en el programa de gobierno presentado en la Investidura.
Tales compromisos incluyen incentivos a las empresas que hagan público su compromiso de reducción de emisiones y presenten anualmente los resultados que obtienen; incentivos a la movilidad sostenible y al transporte público; apoyos para la aplicación de los requisitos establecidos por el Código Técnico de Edificación; rehabilitación energética integral de viviendas ya construidas; medidas generales de eficiencia energética; potenciación de la I+D+i en energías renovables limpias, donde nuestras empresas parten ya de una posición mundial de liderazgo en provisión, organización y distribución, y en la investigación para asegurar el suministro continuado partiendo de unas energías intermitentes; investigación en captura y almacenamiento de CO2; promoción de la utilización de biocarburantes procedentes de residuos agrícolas y forestales, así como de otras materias primas no alimentarias; plantación de decenas de millones de árboles.
La estructura del gobierno formado tras las elecciones responde a la prioridad establecida de lucha contra el cambio climático que, como es obvio trasciende en mucho el periodo político que acabamos de iniciar. Pondremos además todo nuestro esfuerzo e interés en que, si el largo camino de las negociaciones para la firma de un acuerdo post-kyoto no concluye antes, pueda hacerlo durante la presidencia española de la Unión Europea en 2010.
El esfuerzo continuado que tenemos por delante requiere la acción conjunta de todas las administraciones. Para propiciarlo, la celebración de una Conferencia de Presidentes impulsará la coordinación y efectividad de los planes propios de las Comunidades Autónomas y del Gobierno de España. Asimismo, a nivel local, se precisa la intensificación de las Agendas 21 y la potenciación de la Red de Ciudades para el Clima, para lo cual debe construirse un partenariado entre Estado, Ayuntamientos y entidades financieras para acometer la transformación total de los edificios públicos, en particular escuelas.
Pero esta gran batalla requiere la implicación al completo de la sociedad, mantenida durante un largo periodo de tiempo. Se requiere extender los valores en los que se funda la acción necesaria, diseminar la información disponible, educar a los jóvenes, activar la conciencia de los ciudadanos y convertir el modo de vida de cada uno de ellos, el hogar de cada familia, los espacios compartidos, en auténticos motores del cambio necesario.
España puede estar en primera línea en la lucha contra el cambio climático. Somos unos de los países más expuestos a sus efectos. Los socialistas haremos que alcance esa posición de vanguardia.

por: El Pais

No hay comentarios: